miércoles, 16 de julio de 2008

LOS CHACAREROS DE VIDELA: la FAA, miembro de la alianza golpista del ´76

Por Razón y Revolución - Monday, Jul. 14, 2008 at 12:53 PM
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Artículo de investigación de Verónica Baudino, Laboratorio de Análisis Político - CEICS

El conflicto del campo actualizó los debates acerca de las posibles alianzas de la clase obrera en función de sus tareas revolucionarias. Los principales partidos de izquierda PO, PTS, MST y PCR, caracterizaron una vez más a la Federación Agraria Argentina como una organización de pequeños productores explotados por las fracciones más concentradas de la burguesía agraria.1 Esta característica estructural, sumada a una supuesta tradición de lucha “independiente”, constituiría a esta entidad agropecuaria en un aliado en las luchas políticas obreras.
Así, la izquierda en su conjunto mantiene una valoración positiva de la FAA, socavada apenas por una alianza coyuntural con la SRA. En sus propias palabras: “La Federación Agraria Argentina e incluso muchos chacareros autoconvocados han desvirtuado el carácter independiente de su lucha al aliarse a la Sociedad Rural y a los pulpos agrofinancieros”.2 Esas posiciones han sido elaboradas en abstracción de un examen no ya de su composición patronal, sino de su comportamiento histórico. La presunta comunidad de intereses entre la clase obrera y la entidad en cuestión suele remitirse al Grito de Alcorta de 1912, y las protestas agrarias durante el menemismo. Se olvidan otros momentos históricos, en particular, sus posiciones ante el golpe de Estado de 1976.
Fuimos golpistas
Si la Federación Agraria Argentina fue, en algún momento, “progresista”, es de esperar que se hubiera opuesto al golpe militar de 1976, o al menos pronunciado de modo desfavorable. Sin embargo, la institución agraria, que atravesaba un duro conflicto con el gobierno peronista por las cargas al sector agropecuario, saludó el cambio de aires. Bajo el titular “Se abren nuevas expectativas”, el 1º de abril de 1976 en su periódico La tierra, señaló:
“Se cerró otra etapa en la accidentada marcha de a vida institucional argentina. El largo y penoso proceso de debilitamiento de nuestras instituciones republicanas, jaqueadas en sus principios básicos de sustentación por sus propios protagonistas que no acertaban a encontrar un camino viable para reemplazarlo, tuvo su epílogo en la madrugada del 24 de marzo pasado, cuando un pronunciamiento militar determinó la caducidad de todas las autoridades constitucionales y su reemplazo -en el Gobierno Central- por un triunvirato integrado por los comandantes generales de las Fuerzas Armadas. El cambio -que operó en todos los órdenes- se produjo en forma casi matemática, sin que hubiera dificultades, por lo que la actividad del país prácticamente no se vio alterada en su ritmo habitual.”3
La bienvenida a un gobierno de facto que reemplazó al que, a su juicio, posibilitó la crisis política de la época, fue reforzada en sucesivas afirmaciones en sus Memorias y Balances. En su editorial del período 1975/1976, hicieron suyas las palabras del Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Vicente Zaspe, quien exhortó a las Fuerzas Armadas unidas, las familias, la juventud, los jueces, los docentes, los medios de comunicación, los políticos, los sindicatos, los empresarios y la Iglesia a trabajar conjuntamente para “reorganizar la Nación”. Siguiendo el mismo espíritu, Humberto Volando, entonces director de la entidad escribió:
“Con la nueva etapa que se inició, como argentinos de bien, hemos hecho fervientes votos, para que los que asumieron la responsabilidad de conducir acierten, que actúen inspirados por un espíritu de grandeza y sepan discernir en todo momento entre los intereses reales y los de las fracciones.“4
Las palabras de Volando, difundido como valuarte del progresismo, que luego inclusive apoyó la gestión de De la Rúa, se replicaron en 1977, reafirmando el apoyo de la entidad a la política general de las Fuerzas Armadas:
“Las Fuerzas Armadas, en su mensaje al país al cumplirse dos años del Proceso de Reorganización Nacional, han dicho: ‘Las Fuerzas Armadas se encuentran elaborando las bases políticas que permitirán a la Nación transitar el camino a la democracia, la justicia y la libertad sin los riesgos y asechanzas que han caracterizado las últimas décadas de nuestra historia.’ Aplaudimos sin reservas, este tan sustancioso enunciado, sin duda, congruente con las más caras aspiraciones del pueblo argentino.”5
La editorial del período 1978/1979, balancea la experiencia mediante las siguientes palabras: “Vemos afianzarse y consolidarse la paz interior y la conciencia soberana de la población. La paz alcanzada en este aspecto interno permite visualizar la formación de una conciencia de unidad frente a quienes quisieron imponer la violencia como método.”6
Estas frases contienen las definiciones de la entidad acerca del rumbo general del Estado Argentino. Ante la crisis revolucionaria, la FAA no ostentó una política “independiente”, ni “progresista”, sino que apoyó al personal político que tuvo por objetivo la reconstitución de la dominación por la vía de la eliminación física de los compañeros revolucionarios, la proscripción de las organizaciones políticas y la persecución a los dirigentes obreros. Este apoyo se extendió de lo político a lo económico, en tanto fueron saludadas la aplicación de diversas medidas económicas y el nombramiento de ciertos funcionarios clave para el sector agropecuario, como Mario Carlos Madariaga (ex vicepresidente de CRA), Jorge Zorreguieta (ex director de la SRA), Alberto Ramón Mihura (dirigente de las sociedades rurales del litoral), Juan Aleman (asesor económico de la SRA) y Jorge José Girado (ex vicepresidente segundo de CARBAP).7
Tampoco podría argumentarse que, al menos, se opusieron a la política económica del Proceso. Los dirigentes de la FAA expresaron su acuerdo con el ministro de economía, Martínez de Hoz y a su vez caracterizaron como “medidas importantes” la privatización del comercio de cereales y oleaginosas, la eliminación de la cuota de faena en materia de carnes, la fijación de nuevos valores para el trigo, maíz, sorgo y girasol, y la implementación de “importantes” medidas tributarias.8
La preocupación de la entidad por su futuro económico, la llevó a concertar reuniones con el mismo secretario de agricultura, Madariaga, quien asistió a la reunión directiva de la institución a explicar los lineamientos de la política económica.9 Asimismo, la Federación Agraria participó en diversas reuniones empresariales, de la FACA y la Asociación Argentina de Comerciantes, donde dirigentes de la SRA, CRA y CARBAP elogiaron a Madariaga esgrimiendo que “tiene una filosofía de trabajo importante para el sector, que es la de ponerse en contacto con los hombres de campo”.10
Tarea cumplida
Aun ante las evidentes señales de apoyo, el año siguiente al golpe militar encontró a la Federación Agraria reclamando políticas sectoriales específicas. Especialmente, pugnaban por “…una distribución equitativa de las cargas en este período de esfuerzo excepcional”.11 El pedido se dirigía al reajuste del precio mínimo sostén del trigo, lino, soja, girasol y maní, de la sanción legal de las modificaciones de la ley de arrendamientos y aparcerías. A su vez, reclamaron mayores créditos para el sector.
En 1982, en plena decadencia de la dictadura, las reiteradas insistencias en la insatisfacción de las demandas, sumadas a la crisis económica y social hicieron que la Federación Agraria realizara su primera crítica abierta al gobierno militar. Seis años luego del golpe militar, en su editorial declararon:
“La designación de Bignone y la llegada de otro equipo de gobierno muestran que el Proceso de reorganización nacional está terminado y que a partir de este momento todos los afanes de sus prosélitos están encaminados a hallar una salida política más o menos decorosa. Se vive la crisis más grande de la historia argentina. “12
Esta posición era, a esta altura, poco singular. El conjunto del sistema político burgués había decidido un cambio de régimen. Cumplida la derrota de las fuerzas revolucionarias, se imponía un régimen de plena hegemonía. La cuestión, justamente, era cómo realizar un aterrizaje “decoroso”. Es decir, evitar toda una avalancha de reclamos contra el personal que había ejecutado tareas militares, que ponían en cuestión a las Fuerzas Armadas. En ese entonces, se pactó un año de tregua, en el que las fuerzas militares se ocuparon en quemar documentación, preparar la transición y declarar una “autoamnistía”.
Es mi condición…
La imagen de una Federación Agraria combativa, que asemeja sus luchas a la de las organizaciones de izquierda, evidentemente se erigió como un mito. Un somero repaso por las declaraciones publicadas en sus Memorias y Balances demuestra todo lo contrario. La FAA es una organización que actúa de acuerdo con sus intereses de clase: cuando la reproducción general del sistema se ve amenazado apoya regímenes dictatoriales tendientes a encauzar los antagonismos de clase. En este sentido, cierran filas con el resto de la burguesía ante la posibilidad revolucionaria, aún cuando las medidas económicas no los beneficiaran directamente. Por el contrario, luego de la derrota de la fracción revolucionaria de la clase obrera, una vez reinstaurada la democracia burguesa, los asuntos corporativos asumen el primer lugar en las disputas con el poder político de turno.
Seguramente se nos objetará que la FAA no podía hacer otra cosa que pronunciarse a favor de la dictadura aún estando en desacuerdo. Se trata de una afirmación poco perspicaz: al menos se podrían haber abstenido de la miserable tarea de cantar loas a semejantes personajes. La FAA argumentó, a su favor, haber tenido miembros desaparecidos. Eso, en realidad, no prueba absolutamente nada: una crisis revolucionaria provoca rupturas y crisis de conciencia en todas las organizaciones sociales, lo que no implica que éstas cambien su programa político ni sus intereses históricos. Tanto miembros de la Iglesia como del Ejército fueron eliminados por la contrarrevolución y a nadie en su sano juicio se le ocurriría afirmar que estas instituciones no constituyeron pilares de la dictadura. Más aún, el hecho de que la FAA haya tenido desaparecidos en sus propias filas convierte a sus afirmaciones en algo más miserable aún.
En este contexto, resulta difícil comprender el asombro de ciertas organizaciones ante la alianza de la FAA con la SRA y CRA. El estupor de ciertos compañeros mantiene intacta la falsa idea de que FAA es un representante de pequeños productores empobrecidos luchadores y oculta que son los mismos que colaboraron en la derrota de la clase obrera a punta de fusil.
Notas
1Ver la nota de Fabián Harari, en este mismo suplemento.
2http://www.comunicados-po.com.ar/, 26 de marzo de 2008.
3La Tierra, Año LXIV, Nº 6692, Rosario, 1º de abril de 1976, p. 1.
4FAA: Memoria y Balance 1975/1976.
5FAA: Memoria y Balance 1977/1978, p. 22.
6FAA: Memoria y Balance 1978/1979, p.21.
7La Tierra, Año LXIV, N° 6.694, Rosario, 22 de abril de 1976, p.1.
8La Tierra, Año LXIV, N° 6.693, Rosario, 15 de abril de 1976.
9La Prensa, 4 de junio de 1976.
10La Opinión, 28 de abril de 1976.
11FAA: Memoria y Balance 1976/1977, p. 21.
12FAA: Memoria y Balance, 1981/1982, p. 28

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¿UNA PAMPA FEUDAL? Las posiciones de la izquierda frente a la crisis.
Por Razón y Revolución - Monday, Jul. 14, 2008 at 12:42 PM
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Artículo de Fabián Harari del Laboratorio de Análisis Político - CEICS

Los enfrentamientos en el seno de la clase dominante han provocado una importante crisis en el seno del régimen político y en el partido gobernante. Vale entonces preguntarse cómo ha repercutido este fenómeno en la izquierda y cuál ha sido su actitud ante el conflicto.
Bujarin sojero
El PCR le atribuyó al movimiento dos caracterizaciones en forma indistinta. Por un lado lo llamó una “pueblada nacional agraria”1 y, por el otro, un “paro agrario obrero y popular”2. Según este partido, el levantamiento estaría protagonizado por obreros rurales, “chacareros” a los que se habrían sumado los “pequeños terratenientes”. De hecho, han saludado la incorporación de sectores con mayor acumulación, ya que eso implicaría, no que la movilización obedece a sus intereses, sino que logró neutralizarlos.3 Así, propuso ingresar en esta alianza con la esperanza de imponer sus propias reivindicaciones. Estas serían: retenciones diferenciadas y coparticipables y una “reforma agraria” para que “la tierra sea para quien la trabaja”. El MST también apoyó a la alianza “agraria”. En sus artículos se desliza el término “rebelión de chacareros”.4 Para el caso de los cacerolazos, se admite su carácter burgués.5 También hizo lo propio Izquierda Socialista y Convergencia Socialista. Las reivindicaciones esenciales son las que presentó el partido maoísta.
Por lo que podemos apreciar, estas organizaciones se han sumado a una alianza con dirección de la burguesía rural, que levantaba un programa político ligado a la experiencia de ajuste de los ’90. Ahora bien, ¿llevaron estas organizaciones un programa revolucionario o, al menos, de reformas a favor de la clase obrera? Sería difícil afirmarlo. En primer lugar, retenciones diferenciadas o coparticipables no mejoran la situación de la clase obrera. Las retenciones diferenciadas sólo estimulan la acumulación burguesa en aquellas capas capitalistas menos favorecidos. La coparticipación impositiva pone en manos de los gobernadores lo que estaba en manos de la Casa Rosada. Estos partidos se han puesto bajo la dirección de Schiaretti, Binner y Rodríguez Saá.
La reforma agraria sólo traerá menos alimentos por la vía de bajar la productividad. No se trata de una medida reformista. “Reformas”, bajo el capitalismo, son las consignas que aluden a intereses secundarios de la clase obrera. Es decir, que mejoran su situación inmediata, como un aumento de salarios o la asignación de servicios públicos gratuitos. Sin embargo, favorecer al pequeño capital implica darle desarrollo a formas de explotación más perjudiciales para la clase obrera, sea como productora, sea como consumidora. Como productora, porque se halla sometida a peores condiciones que el capital chico exige para poder competir. Como consumidora, porque disminuye la productividad del trabajo y, por lo tanto, aumenta el precio de los alimentos. En las condiciones actuales del desarrollo capitalista en el agro, semejantes reivindicaciones propias de la revolución burguesa tienen un sentido reaccionario. En definitiva, estas organizaciones entraron en una alianza burguesa con un programa burgués.
La posición independiente
Algunas organizaciones levantaron una posición independiente, explicando que ninguna de las alianzas en disputa favorecería los interese de la clase obrera. Se destacaron, en esta posición, el PTS, el PO y el MAS.
El PTS lanzó la consigna “Ni con el gobierno ni con la oligarquía”6, con un especial pedido a la Federación Agraria Argentina para que rompa con la Sociedad Rural Argentina, quien habría estado dirigiendo las acciones.7 Ahora bien, la “oligarquía” es el nombre que recibe el sector más concentrado de la economía y remite, en algunos casos, al atraso. Si el gobierno hubiera estado combatiendo a una clase de este tipo, la clase obrera tenía el deber de salir en su defensa.
Para el PTS, el capitalismo argentino adolece de una deformación histórica que implica su “atraso”. Por lo tanto, la burguesía nacional se construye como una clase parasitaria, incapaz de desarrollar las fuerzas productivas. Sobre la base de una definición de un campo concentrado en manos de una oligarquía parasitaria, el PTS propone reformas para darle impulso al capitalismo agrario:
“Las tierras expropiadas deben ser nacionalizadas para establecer estancias colectivas y también para otorgar arrendamientos baratos para campesinos pobres y pequeños chacareros que no exploten fuerza de trabajo. […] Para evitar la presión de los precios internacionales dolarizados, habilitando el abaratamiento de los alimentos, y facilitar un precio sostén y créditos baratos para los pequeños chacareros pobres”8
Con respecto a las retenciones, plantean que sean diferenciadas.9 Pretenden así expropiar a la burguesía para recrear de nuevo la pequeña propiedad. El “precio justo” es exactamente lo que están reclamando los cortes agrarios. La propuesta del PTS es pagar aún más cara la carne y la leche. La alta productividad que tiene el agro argentino, según este partido, debería reducirse a explotaciones familiares que no utilicen más mano de obra que la que suma el núcleo familiar, nivel en el que no es rentable el uso de las maquinarias. Así, el PTS pretende derrumbar al capitalismo para instaurar la comunidad campesina con una productividad propia del siglo XIV.
El Partido Obrero caracterizó a los enfrentamientos como una lucha “entre dos capitalistas”. La consecuencia de ella habría sido una “crisis de régimen”. Es decir, estaba en juego, ya no la gobernabilidad de un personal político, sino la forma de dominación sobre la clase obrera (bonapartismo, plena hegemonía, fascismo).
Toda crisis de régimen -sin la intervención directa de la clase obrera, como es el caso- implica dos escenarios posibles: o el conjunto de la burguesía ha quitado su apoyo al gobierno o el gobierno se apoya en algunas fracciones o capas burguesas contra otras. Sin embargo, en este caso no se delimitan los intereses, ya que las dos alianzas contendrían a la “oligarquía” (“La oligarquía está presente en los dos lados de la trinchera”10), y a los grandes exportadores (“La patria sojera celebra en Rosario y también en Salta”11). Si no hay ninguna diferencia sustancial en ambas alianzas, no se percibe ningún elemento que ponga sobre el tapete el problema del gobierno y, mucho menos, del régimen.
La caracterización de las alianzas en disputa no logra explicar las razones por las cuales no se debería apoyar a ninguna de ellas. En el caso del paro agrario, se afirma que se trata de una “rebelión popular”, que se habría desvirtuado, tanto por su dirección (la SRA) como por sus planteos.12 Al igual que el PTS, también se apeló, en este caso, a la Federación Agraria y a los “autoconvocados”. Esta vez, explicando que sostendrían una lucha “independiente”: “La Federación Agraria Argentina e incluso muchos chacareros autoconvocados han desvirtuado el carácter independiente de su lucha al aliarse con la Sociedad Rural y con los pulpos agrofinancieros”.13
Un movimiento “popular” es aquel que constituye una alianza que contiene a la clase obrera. Si además este movimiento expresa una “rebelión”, entonces el deber de todo revolucionario es apoyarlo. Si se afirma que algo se ha desvirtuado, quiere decir que está perdiendo o ha perdido su virtud. En particular, cuando se afirma que la lucha misma tiende a una delimitación política.14 Ahora bien, si el PO está asemejando este movimiento a alguna variante del fascismo, entonces tiene que apoyar al gobierno.
Las razones que se esgrimen para remarcar su carácter reaccionario es que se trataría de un movimiento “no nacional o antinacional”. Vamos a citar en extenso la explicación, para luego analizarla:
“Se ha desarrollado en el interior del país algo parecido a lo que ocurre en el plano internacional: movimientos populares masivos de características nacionalistas, que defienden una mayor participación de sus países en el reparto del ingreso mundial. Pero mientras que en el ejemplo internacional la cuenta que favorece al país emergente la paga el consumidor del país que retrocede en el reparto (los automovilistas, por caso, pagan la cuenta del petróleo), la factura de los reclamos capitalistas del campo la pagarán los consumidores argentinos.”15
En primer lugar, ninguno de los dos contendientes propone la transferencia de la renta hacia el exterior. Lo que se debate es si queda en el estado (y sus beneficiarios) o en manos de la burguesía agraria. Prima en este análisis la cuestión nacional por sobre las contradicciones de clase. El problema no es el gentilicio de quien paga, sino la clase que recibe. En el caso del petróleo, el aumento no queda en manos de la clase obrera y su alza también lo paga la clase obrera (“los automovilistas”). Por lo tanto, no es más “progresivo” en abstracto. En Venezuela, el problema es la defensa de recursos que sostienen un régimen que contiene importantes concesiones a las masas y mantiene abierto un proceso revolucionario.
Así como se presentan aspectos que llevarían a la reivindicación del paro agrario, también se presentan elementos en defensa del gobierno. Según el PO, el conflicto sería un epifenómeno de la lucha de clases en América Latina, donde se intentaría llevar al gobierno del chavismo al uribismo.16 En caso de que el gobierno represente al chavismo contra Uribe y Bush, entonces, el campo de lucha es el de Chávez/Kirchner. En su programa proponen, entre las demandas más importantes, la “nacionalización de la gran propiedad agraria y poblamiento del campo mediante arrendamientos a cargo del Estado en función de un plan económico de conjunto”.17 En su caracterización, la pampa argentina estaría dominada por un puñado de “latifundistas” extranjeros que oprimen a “campesinos”.18
Problemas comunes
Negar el exponencial desarrollo de las fuerzas productivas y del capitalismo en el agro pampeano es exponerse al ridículo en términos científicos. Durante el siglo XIX y a comienzos del XX, la Argentina logró competir y hasta desplazar del mercado mundial a competidores de los países del “primer mundo”. En el caso de la agricultura, desde 1870 asistimos a la incorporación de maquinaria y desde 1920 el agro se incorpora al régimen de Gran Industria, lo que implica una alta composición orgánica del capital para la rama.
La concentración de la tierra es una tendencia general del capitalismo y constituye una diferencia elemental con el sistema que lo antecede. El feudalismo tiene como premisa la pequeña producción campesina. La existencia de grandes latifundios improductivos en manos de la nobleza, expresa una situación literal, no figurada: a falta de comunidades campesinas que las poblaran, esas tierras permanecieron incultas con la prohibición de enajenarlas (“manos muertas”). De allí su parasitismo, la crisis financiera de las coronas y los reclamos burgueses de la “reforma agraria”. Ahora bien, en Argentina la concentración de la propiedad permitió la concentración de mano de obra, la división del trabajo, la utilización de maquinarias y la alta productividad del trabajo. La concentración no es una maldición, sino nada menos que la premisa elemental del socialismo. La burguesía agraria argentina nos ha hecho un gran favor. Lo que hay que hacer es poner ese desarrollo en manos de sus verdaderos artífices.
La apelación a la Federación Agraria adolece de una serie de problemas empíricos y, otra vez, de la ausencia de rudimentos de inferencia elemental. Son CRA y FAA quienes impulsan a SRA y no al revés. La FAA estuvo permanentemente alineada con el programa burgués, incluso en su faceta más reaccionaria. En general, las posiciones que defienden una política de delimitación de clase no han podido fundamentar su intervención en un sólido conocimiento del agro pampeano y, más bien, han tendido a reproducir, en mayor o menor medida, afirmaciones cercanas al maoísmo. Así, entre la “reforma agraria”, la “industrialización” y la “revolución nacional”, se ha perdido de vista el único programa que puede venir en nuestra ayuda: el socialismo, a secas y sin aditivos.
Notas
1Periódico Hoy, nº 1209.
2Periódico Hoy, nº 1210.
3 “Participaron campesinos ricos, lo que mostró que es posible una política ‘de unidad y lucha apuntando a su neutralización como clase’, con una política activa para ganar a ‘los sectores patrióticos y democráticos’, ‘neutralizar con concesiones a otro sector” y enfrentar ‘al sector que se alía con el enemigo’ (Programa del PCR)”, en Hoy, nº 1212.
4Alternativa Socialista, nº 473.
5Alternativa Socialista, nº 472.
6La Verdad Obrera (LVO), nº 270.
7“Y también debemos buscar una alianza con los chacareros pobres, exigiendo a la Federación Agraria la ruptura de su actual alianza con la Sociedad Rural”, LVO nº 270.
8Idem.
9LVO, nº 270.
10Prensa Obrera (PO), nº 1030.
11PO, nº 1038.
12PO, 1030.
13PO, 1030.
14“Con todas sus limitaciones y su contenido capitalista, el movimiento agrario ha servido, contra sus intenciones, para estimular la diferenciación social y política en el campo y en los pueblos agrarios.”, PO, nº 1038.
15PO, nº 1038.
16PO, nº 1031.
17PO, nº 1038.
18“En estas condiciones el país podría iniciar una nueva vía de desarrollo agrario, que ponga fin al latifundio, a la extranjerización de tierras y a la superexplotación obrera.”, en PO, nº 1036. “Nacionalización de los pulpos agrarios, de los puertos privatizados y del comercio exterior, defensa de los campesinos contra las expulsiones de las sojeras.”, en PO, nº 1037.

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