miércoles, 28 de mayo de 2008

El Partido Disolvente: TV y Campo

Desde hace unas décadas el poder de los medios ha crecido vertiginosamente. Primero generó la difusión pseudo - científica minando los ámbitos del conocimiento y la investigación, relegándolos como un lenguaje ininteligible, necesitado de traducción y mediación, lugar en que se situó como único actor posible, a la vez que única razón de existencia de los mismos, dado que no hay ciencia ni investigación si ésta no se publica.

Más adelante avanzó sobre la justicia y dadas las limitaciones de la misma, presupuestarias y de recursos humanos, transmitió la convicción de que ésta es irrealizable fuera del ojo de la cámara, y que las instituciones de la misma carecen de la eficiencia necesaria (lo que es cierto, pero solucionable) para responder a las demandas sociales, cada día más complejas, dada la permanente evolución de la sociedad.

Hoy, ha decidido incursionar en los ámbitos políticos. No es nuevo, la participación mediática en los golpes es legendaria, como en la caída de Illia y la asociación constante de la figura del entonces presidente con una tortuga, pero en ese entonces el peso del debate estaba a cargo de la prensa escrita.

En estos momentos, la dictadura de la imagen tiene un poder que los diarios jamás soñaron.

Al calor de las encuestas, de las votaciones telefónicas al 0600 para definir paparruchadas, de la editorialización de los intereses de los dueños de los medios en la voz de la fashion victim de turno, se fue desarrollando una lógica paralela a la de los actores políticos, que poco a poco se los fue tragando, para dirimir ahí, en el estudio del programa del periodista "serio" del minuto, la realidad nacional.

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